¿Alimentos o comestibles?


Aunque podamos pensar que alimentos y comestibles son la misma cosa, y en algunas definiciones no quede muy clara la diferencia, la realidad es que se trata de dos conceptos muy diferentes entre sí.

 

Alimento es todo aquello que los seres vivos necesitamos ingerir y que aportan a nuestro organismo los nutrientes necesarios para mantenernos vivos y proteger nuestra salud. Nos proporcionan todo lo que el organismo necesita para realizar sus funciones, así como la energía que necesitamos para nuestra actividad diaria. Los alimentos y los nutrientes que contienen son absolutamente necesarios para que nuestro cuerpo esté sano.


Un comestible es cualquier cosa declarada apta para el consumo, independientemente de que nos aporte nutrientes o no. Y lo que aquí entendemos por comestible no sólo no nos aporta nutrientes, sino que están cargados de sustancias que perjudican nuestra salud: azúcares refinados, grasas saturadas e hidrogenadas, exceso de sal y una gran variedad de productos químicos.

Los alimentos proceden de la naturaleza y pueden ser de origen vegetal, animal o mineral como el agua y las sales minerales. Llegan a nuestras manos sin haber sufrido transformaciones, apenas una mínima manipulación  de mantenimiento, limpieza o corte para resultar manejables y evitar contaminaciones.

 

Los alimentos de origen vegetal como frutas y verduras contienen una gran cantidad de nutrientes y aportan al organismo hidratos de carbono, aminoácidos, vitaminas, minerales y una buena variedad de antioxidantes y son, además, ricos en fibra, importante para mantener la salud del sistema digestivo y protegernos del cáncer de colon.

 

Son los únicos alimentos que podemos considerar vivos, ya que cuando llegan a nosotros, todavía mantienen actividad enzimática y nos proporcionan vitalidad. Por eso es muy importante que sean de cultivo biológico y elegir los de temporada, cuando están en su mejor momento.

 

Deberían ser la base de nuestra alimentación, comer la mayor variedad posible de frutas y verduras,  mezclando los colores para tener un aporte de todas las sustancias antioxidantes que poseen. En la medida de lo posible, las verduras se deben comer crudas para aprovechar al máximo sus beneficios y vitalidad y ni que decir tiene que nunca debemos cocinar las frutas. 

Las legumbres y cereales son los alimentos de origen vegetal más ricos en proteínas. Los aminoácidos de unos y otros se complementan para que nuestro organismo pueda crear proteínas de buena calidad. También es importante su aporte de hidratos de carbono y fibra. Para obtener los mayores beneficios de los cereales, lo ideal es consumirlos integrales.

 

Frutos secos y semillas son alimentos que proporcionan hidratos de carbono, proteínas y grasas saludables, como los ácidos grasos omega 3 que son beneficiosos para la salud cerebral y cardiovascular, pues reducen el colesterol "malo" y aumentan el "bueno".

 

Los alimentos de origen animal también tienen un alto valor nutricional, aunque unos son más saludables que otros.

Los pescados añaden a su aporte de proteínas, grasas beneficiosas para la salud, en especial los azules, pues tienen una buena cantidad de ácidos grasos omega 3. También nos proporcionan minerales y vitaminas que protegen nuestros huesos.

 

En cuanto a la carne, no hay razón para demonizarla. Es cierto que las carnes rojas contienen grasas saturadas y colesterol que son perjudiciales para la salud, pero también aportan vitaminas y proteínas de buena calidad. El problema es que comemos demasiada, por lo general nos servimos un buen trozo de carne con un pimiento decorativo cuando lo ideal sería un buen plato de pimientos o cualquier otra verdura y un trozo pequeño de carne.  Es muy importante asegurarse de su procedencia y conviene comerla de manera ocasional.

 

La carne blanca del pollo, pavo o conejo no contiene grasas saturadas como la roja, pero sí las tiene la piel, por lo que debemos evitar comerla. También debemos asegurarnos de su procedencia para evitar comer animales que no han recibido una buena alimentación y que han sido atiborrados de antibióticos. 

 

Un comestible es un producto elaborado en una fábrica, si entre sus ingredientes hubo alguna vez un alimento, éste ha perdido todos sus nutrientes en el proceso de elaboración. No hay nada en la naturaleza que se le parezca y no aporta los nutrientes que nuestro organismo necesita para mantenerse sano, sino todo lo contrario, aporta un exceso de sustancias que son perjudiciales para la salud. Puede que algunos aporten una pequeña cantidad de nutrientes, pero el exceso de sustancias nocivas que los acompañan es tan grande, que no vale la pena comerlos. Es más, el consumo habitual de estos productos es responsable de muchas de las enfermedades más frecuentes en nuestra sociedad, como obesidad, diabetes tipo II, afecciones cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

 

Son absolutamente prescindibles y no tienen cabida en una alimentación sana y equilibrada, puesto que no nos alimentan y sí nos perjudican.

 

La mayor parte de los embutidos están llenos de grasas saturadas muy perjudiciales para la salud, además de una serie de aditivos químicos que, si bien han sido declarados aptos para el consumo, no nos aportan ningún beneficio.

 

Las grasas vegetales de la margarina son manipuladas por un proceso de hidrogenación y convertidas en grasas trans, que propician el aumento del colesterol LDL en sangre y la obstrucción de las arterias.

 

Las bebidas gaseosas y azucaradas, contienen una enorme cantidad de azúcar, además de colorantes, conservantes y potenciadores del sabor entre otros aditivos. Las bebidas light no tienen azúcar, pero tienen otros edulcorantes artificiales que no las hacen mejores.

 

En el caso de la bollería industrial las cosas son aún peores, al exceso de azúcar se une la utilización de grasas hidrogenadas o trans, además de los aditivos químicos y una enorme cantidad de calorías.

 

Las comidas preparadas, galletas,  sopas de sobre, helados, caramelos y una larga lista de productos que encontramos en los supermercados incrementan el riesgo de padecer enfermedades del corazón.

 

El problema es que suelen tener buen aspecto, huelen bien, son fáciles de comer y su sabor gusta tanto que resulta adictivo. Las patatas fritas, ganchitos y demás parientes son adictivas, cuando se empieza es difícil parar. Su sabor está estudiado para que suceda eso exactamente, lo que multiplica sus efectos nocivos. Además, tienen una enorme cantidad de sal que provoca sed y, para calmarla, se recurre a refrescos gaseosos y azucarados.

 

Lo mismo sucede en los establecimientos de comida rápida. Aunque la hamburguesa lleve una hoja de lechuga y dos rodajas de pepino, la carne, el bacón, el queso, la salsa e incluso el pan están llenos de grasa saturada, exceso de sal y productos químicos que realzan su sabor y hacen que tenga una apariencia apetecible.

 

Todo este tipo de comida no contiene apenas fibra y sí contiene una enorme cantidad de calorías que en poco tiempo conducen a la obesidad.

 

De hecho, esta es una de las mayores diferencias entre alimentos y comestibles: los alimentos concentran una gran cantidad de nutrientes en pocas calorías, mientras que los comestibles apenas tienen nutrientes y son muy altos en calorías.

 

Esto no significa que nunca más podremos comer unas patatas fritas o una magdalena, simplemente tenemos que ser muy conscientes de que debe ser algo muy ocasional y que nuestra dieta habitual debe consistir básicamente en alimentos.

 

El abuso de los comestibles ha llevado a un enorme aumento de la tasa de obesidad en muchos países del mundo, entre los que se encuentra España en las primeras posiciones. Esto significa que es cada vez más necesario iniciar un cambio en nuestros hábitos de alimentación.