ALMENDROS EN FLOR


 

El almendro es un árbol típico de los lugares cálidos, como los países mediterráneos.

 

Parece que tuvo su origen en Asia Central y Norte de África, desde donde llegó a Grecia y Roma, siendo extendido por los romanos al resto de Europa.

 

Posteriormente, las misiones españolas en California se encargaron de llevarlo a este continente.

 

La mitología sitúa su aparición en Grecia a través de la bonita y triste historia de Fílide y Acamante. 


 

Fílide era la princesa de Tracia y estaba enamorada de Acamante, un joven y apuesto soldado que tuvo que ir a combatir a la guerra de Troya.

 

Cuando la guerra terminó, los combatientes regresaron a casa y Fílide iba todos los días al puerto esperando el barco de su amado, pero pasaban los días y éste no llegaba. Al noveno día, la princesa, pensando que nunca más volvería a verle, murió de pena.

La diosa Atenea, apenada por lo sucedido, transformó a Fílide en un almendro. Al día siguiente Acamante regresó, su retraso se debía a una avería en el barco que hubo que reparar.

 

Al enterarse de lo sucedido, se abrazó desconsolado al tronco del árbol y, en ese momento, Fílide respondió a sus caricias y a su llanto llenando sus ramas de flores.

 

Aunque los griegos puedan atribuirse su origen y su cultivo sea extenso en este país, actualmente Estados Unidos es el mayor productor de almendras con sus plantaciones en California.  

 

Le sigue España como segundo productor, pero son muchos los países donde se cultiva, no sólo por la recolección de su preciado fruto, sino también como árbol ornamental por la belleza de sus flores.

 

El almendro es el primero de los árboles frutales en florecer y lo hace durante el invierno, anunciando la proximidad de la primavera. Sus ramas se llenan de flores de color blanco o rosado convirtiendo las plantaciones en un maravilloso espectáculo.

 

Ahora mismo por gran parte de la geografía española se están organizando rutas y excursiones para disfrutar de esta maravilla.

 

A pesar de que florece en invierno, es un árbol muy sensible a las heladas, por eso crece en lugares de clima seco y con mucha luz. El fruto tarda entre cinco y seis meses en madurar y se recolecta a principios del otoño. Todas estas fechas son muy variables, ya que dependen de las temperaturas y de la abundancias de lluvias de cada temporada.

 

Tanto el fruto del almendro como su flor son comestibles, siendo esta última utilizada en sopas, infusiones y postres. Su sabor entre amargo y dulce hace que sea muy apreciada en la cocina ya que se adapta a numerosas preparaciones, tanto dulces como saladas.

 

La almendra es el fruto comestible del almendro, es pequeña y blanca cubierta de una película marrón claro y está protegida por una cáscara dura que a su vez, está envuelta en una piel de color verde que se va secando y abriendo hasta dejar caer el fruto.

 

Es uno de los frutos secos más apreciados, tanto por su versatilidad en la cocina como por los enormes beneficios que proporciona a nuestra salud.

 

Existe una gran variedad de almendras, pero podemos dividirlas en dos grandes grupos: dulces y amargas.

Las que consumimos habitualmente y las más cultivadas son las dulces, por su sabor agradable y las enormes posibilidades que ofrecen en la preparación de recetas. Las almendras amargas no se comen enteras como las dulces, tienen algunos componentes tóxicos precursores del cianuro y no se deben comer, ya que una dosis no muy alta puede resultar letal. Se utilizan en la industria alimentaria para la elaboración de sabores artificiales y durante el proceso se eliminan estas sustancias tóxicas. 

 

Las almendras proporcionan una enorme cantidad de nutrientes, por lo que son altamente beneficiosas para la salud. Son ricas en fibra, proteínas, grasas saludables, vitaminas y minerales. A este aporte de nutrientes debemos añadir su capacidad antioxidante, gracias a su alto contenido en vitamina E y flavonoides.  

 

Estos potentes antioxidantes se encuentran en la piel, en la que se ha encontrado una combinación de diversos flavonoides, única en la almendra. El efecto antioxidante de estos flavonoides se ve aumentado por la presencia de vitamina E, pues actúan en sinergia potenciando mutuamente sus beneficios.

 

Estos son tantos que merecen capítulo aparte y hacen de la almendra un alimento imprescindible en una dieta sana y equilibrada. Junto con la nuez debería formar parte de nuestra alimentación, alternando su consumo diario con el de otros frutos secos.

 

Sin embargo, no debemos pensar que añadir este alimento a nuestra dieta significa que podemos hacerlo como refuerzo o sobre alimentación. Tenemos la costumbre de tomarlas como aperitivo o picotear a cualquier hora, por el contrario, deben sustituir a otro alimento menos saludable que tengamos costumbre de tomar como postre o en la merienda.

 

Un puñado de almendras y un trozo de chocolate negro es una buena opción para una merienda saludable y saciante. También podemos añadirlas a una ensalada.

 

Para aprovechar al máximo los múltiples beneficios que nos ofrecen las almendras, debemos consumirlas crudas y con piel. Tostadas en seco conservan gran parte de sus nutrientes, mientras que fritas en aceite pierden parte de ellos y aumentan sensiblemente el aporte de calorías.

 

Son muy utilizadas en repostería, especialmente en los dulces típicos de Navidad como el turrón y los mazapanes. Se usan en la elaboración de helados, tartas y dulces en general. También se utilizan crudas en la preparación de salsas y purés para platos de carne.

 

Moliendo los frutos con agua se obtiene una bebida que algunas personas utilizan como sustituto de la leche de vaca.

El aceite de almendras ha sido desde siempre, muy utilizado en cosmética por sus propiedades hidratantes y porque aporta a la piel una gran cantidad de nutrientes como minerales, vitaminas y ácidos grasos esenciales. La piel lo absorbe con mucha facilidad, especialmente las pieles más secas y delicadas.

 

Se utiliza también en champús y mascarillas capilares para hidratar el cabello y darle brillo, al tiempo que protege el cuero cabelludo de posibles descamaciones.

 

Si los nutrientes contenidos en las almendras son tan beneficiosos utilizándolos desde el exterior y nuestra piel y cabello los absorben, imaginemos lo que estos nutrientes pueden hacer desde el interior de nuestro cuerpo. Al ingerirlos irán directamente a todas las células del cuerpo incluyendo piel y cabello y su efecto beneficioso será mucho mayor. Las proteínas contenidas en el fruto en colaboración con las vitaminas y minerales, servirán para formar  nuestras propias proteínas, entre ellas la queratina del cabello, la elastina y el colágeno. Y lo harán de manera natural, sin pasar por largos procesos en fábricas y sin perder sus propiedades. Lo mismo sucederá con los agentes hidratantes y antioxidantes, realizarán mejor su función entrando directamente en el organismo y en el torrente sanguíneo que los distribuirá por todas las células.

 

Cuidarnos desde fuera con cremas está muy bien, pero es aún mejor potenciar la belleza desde dentro, con una buena alimentación en la que la cantidad y calidad de nutrientes esté equilibrada y aporten a nuestro organismo todo lo que necesita para estar bien.