EL ENCANTO DE LOS MERCADOS


 

Una cosa que siempre hago cuando visito una ciudad es ir al mercado. Desde siempre el  mercado central de una ciudad me ha parecido un lugar que dice mucho de sus habitantes y donde se puede sentir el pulso de la misma.

 

Por lo general está situado en el centro de la ciudad, aunque lógicamente, en las grandes ciudades hay más de uno y cada barrio tiene el suyo de mayor o menor tamaño.

Los mercados no son sólo lugares donde ir a comprar, tienen también el privilegio de cumplir con una función social, la interacción e integración de los habitantes de una comunidad.


 

El mercado tiene una cierta teatralidad, se crea un mundo mágico en el que los actores mantienen un dialogo mudo, donde los vendedores preparan la escena para agradar al espectador y satisfacer sus deseos. La mayoría de los puestos de un mercado tienen más o menos lo mismo que los demás y con precios prácticamente iguales, sin embargo hay una gran diferencia en la forma de colocarlos y ofrecerlos para lograr que parezcan únicos. Saber colocar la mercancía siguiendo un patrón de colores es un auténtico arte y hace que el producto tenga mejor aspecto.

 

Cuando entramos en un mercado nos sorprende el ruido, los colores, los olores y el continuo movimiento. Algunos mercados tienen un aspecto caótico, mientras que en otros sorprende el orden y la bonita combinación de colores, especialmente en los puestos más cercanos a la entrada.

 

Dar un paseo por el mercado es un auténtico placer, sobre todo cuando se va sin prisa y se puede pasear por los puestos mirando y comparando lo que tienen unos y otros y como lo tienen colocado. Si es una visita turística mejor, no hay apremio por hacer la compra, quizás algún capricho de los productos típicos del lugar. Podemos pararnos a preguntar el precio de algo o pedir información sobre algún producto que nos resulta desconocido. ¡Y qué gusto cuando te lo dan a probar! Ese es uno de los mayores encantos que para mí tienen los mercados. 

 

Mis puestos favoritos son los de frutas y verduras. Luego los de flores y pescado, especialmente en Santander, donde el mercado de pescado es uno de los mejores que he visto, grande y con una enorme variedad de pescado fresco y, además, en todos los puestos tienen la costumbre de regalar perejil, otro encanto añadido. En las ciudades más cosmopolitas podemos encontrar también puestos donde se venden especias ordenadas cuidadosamente para que sus colores nos atrapen.

 

Los puestos de fruta y verdura son los más atractivos por la variedad de formas y colores y por la colocación de los productos, que puede parecer aleatoria pero que están pensadas para que cada producto resalte el color del que está a su lado, el naranja de la zanahoria contrasta con el negro de la berenjena, que a su vez resalta el rojo de los tomates colocados junto al blanco del hinojo o el verde de la lechuga. Unos los colocan en cajas, otros en cestos y otros simplemente en hileras de colores, completando la decoración con ristras de ajos o pimientos colgando de la parte superior. Últimamente, en algunos mercados podemos encontrar unos vasitos de plástico con fruta fresca cortada y lista para comer, eso me encanta, un buen tentempié de media mañana.

 

Dejando de lado la visita al mercado como parte de un recorrido turístico, en nuestro día a día hacer la compra en el mercado tradicional es también una magnifica opción, especialmente si queremos mejorar nuestros hábitos de alimentación, ya que nos ofrecen una gran variedad de productos frescos.  La compra en el mercado se ha vuelto a poner de moda y en muchas ciudades los mercados se han renovado y adaptado para ser lugares donde no sólo se compra, sino que también son lugares de degustación de los productos que se venden.

 

En los mercados de algunas ciudades, hay días en los que, alrededor del edificio principal, se crea otro mercado de productores locales, lo que amplía la oferta. Lo ideal es ir temprano porque suele haber menos gente y tendremos la oportunidad de recorrer los pasillos tranquilamente y ver lo que hay , esto nos permitirá escoger lo más conveniente para nosotros. Ir a última hora tiene la desventaja de que algunos productos se habrán agotado, pero la ventaja de que nos puedan dejar otros a mejor precio.

 

Uno de los mayores encantos del mercado es el trato directo con el comerciante, compras mientras hablas con personas, puedes preguntar, comentar, estableces, en definitiva, relaciones humanas. Algo que se echa mucho de menos en el supermercado donde tienes que mirar todo tu mismo y el trato se limita a un saludo a la cajera. El comerciante te dice de donde procede el alimento, cual de ellos  es el mejor independientemente de su apariencia e incluso te puede decir como cocinarlo. Los vendedores habituales nos pueden dar un trato de favor porque nos reconocen como clientes fieles, que siempre es más agradable que acumular puntos en una tarjeta de fidelidad.

 

Los alimentos en el mercado siempre están frescos, hay una enorme variedad de cada producto y puedes elegir los que te parezcan mejores, comprar los tomates en un puesto y los champiñones en otro. Por lo general, la compra en el mercado te ofrece más posibilidades de adquirir productos de temporada, cuando están en su mejor momento y a mejor precio. Además, es probable que sean de producción local y que hayan sufrido menos procesos de conservación y almacenamiento que los que encontramos embalados en el supermercado por lo que su sabor y valor nutricional serán mayores. Al mismo tiempo colaboramos con la economía local y el pequeño comercio. Al evitarse los transportes de larga distancia, este tipo de comercio resulta más ecológico.

 

Para seguir una alimentación sana, el mercado ofrece más ventajas. Además de la frescura y cercanía de los productos, puedes comprar justo lo que necesitas y no esas grandes bolsas de las que, a veces, se acaba tirando la mitad. Tampoco tienes distracciones ni tentaciones de toda la comida preparada y productos elaborados que ocupan gran parte del supermercado. Como hay que cargar con la compra o llevarla en un carrito no hay espacio para cosas innecesarias y puedes volver a casa con un bonito ramo de flores.